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viernes, 22 de febrero de 2013

Capítulo 5.


Estuve hablando con Ana y Cristina de la canción que escuché el otro día que me encantó, de los chicos nuevos que han entrado en el curso...

Me suena la barriga, ¡Qué hambre! Miro el reloj eran las dos y media pues yo tenía mucha hambre así que me despido de mis amigas y bajo al salón. Veo que papa discute con Guille, él quiere comer con su novia, ¿pero no se habían peleado? Bah, y papa quería que comiésemos todos juntos y estar en familia ya que se iban dentro de un par de horas, intento salvar a Guille diciéndole a papa que le haré unas empanadillas. Se le cambia la cara de repente, le lleva a la cocina y le guiña un ojo a Guille, él me sonríe y aprovecha para marcharse y quitarle diez euros a mi padre jajaja no tengo más remedio que cocinar así que me pongo a ello mientras escucho “Pereza”.

No puedo salir de noche, me tengo que acordar de cerrar la puerta con llave, de apagar el brasero, poner la alarma.. Es de lo único que hablamos en la comida, de todo lo que no puedo hacer, se supone que Guille es el hermano mayor, el responsable de los dos, pero qué va, al final consiguió escabullirse de la charlita. Mmm... Qué buenas me habían salido las empanadillas. Entre tanto, mi padre me repite de nuevo todas las interminables normas mientras baja las maletas, yo pienso a qué tiendas voy a ir. Primero Zara, después... No, no, primero Mango que me coge más cerca.

Mamá me da un beso y yo me despido con la mano. Por fin, qué tranquilidad, cómo me gustaba quedarme en casa sola, podría ir a tomar el sol y a bañarme, no, no, que tenía que ir de compras, no me gustaba ir de compras pero adoraba estrenar ropa nueva. Me puse a ver la tele para hacer tiempo hasta las cuatro y media de la tarde que llegaba el autobús, pero no había nada interesante. Así que decidí salir a dar un paseo.

Me fijo en que tres casas más adelante se había mudado una familia. ¡Nuevos vecinos! Al principio me alegré hasta me hizo ilusión, ¿pero para qué? No los conocería, hasta me empezó a dar pena. Se amargarían como me pasó a mí.

Me quedé observando la casa un rato más. Parecía que no había nadie, cuando vi a un chico más o menos de mi edad entrando en el cuarto mientras buscaba algo, giró la cabeza y me vio. ¡Ay! Qué vergüenza, me había visto observándole. Desvié la mirada corriendo y me escondí detrás de un árbol, esperé un rato y me asomé. Sigue ahí sonriendo y esta vez saludado con la mano. Era guapo y parecía simpático. Le sonreí y caminé dirección a la parada del autobús.

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