Mmmm...
Pero, ¿qué día es hoy? Sábado mmm... sábado eso significaba que
solo quedaban dos días para la cruel realidad, para uff... es que
solo de pensarlo me dan ganas de llorar.
Las
personas suelen decir que, el sábado es el mejor día, que te
levantas tarde por la resaca y el buen sabor del viernes, que tus
padres traen churros con chocolate para desayunar y que te vas a
comer al río con un sol radiante y unas buenas litros. Es lo que
suele hacer las personas normales, pero claro, yo no tengo resaca ya
que ayer me pasé viendo pelis de horrorosas zombis mutantes y
comiendo palomitas de mantequilla. Cuando me levanto no veo churros,
ni escucho un buenos días, además tenía que estudiar, estudiar y
estudiar ya que el profe de lengua se había empeñado en poner el
examen el jueves debido a no sé qué de la evaluación, que coñazo,
y pensar que no tengo nada que hacer esta tarde, bueno mejor dicho,
nunca tengo nada que hacer. Mi vida es un aburrimiento. Tenía que
cambiarla.
Al
final me quedé dormida de tanto pensar, asique mi padre me levantó
con esa cara de amargado, me enciende la luz y me dice:
-
María hija, levántate ya, como siempre eres una vaga son las diez
de la mañana y tu madre y yo ya hemos desayunado. No tardes.
-
¡Apaga la luz! - le grité, pero como no, no iba a escucharme asique
me tendría que levantar.
Abrí
la ventana y vi un sol brillante que hacía que la piscina se viera
demasiado apetitosa. Qué ganas de bañarme y poder tomar el sol y
sobre todo estrenar esas nuevas Ray-Ban que me había comprado, pero
Roberto decía que podía coger un resfriado y no podría asistir a
clase, así que no nos dejaba bañarnos hasta que hiciera mejor
tiempo.
No
había escuchado a Guille llegar ayer así que, como siempre, llegaba
tarde y tan borracho que no se acordaría de nada, que raro.
Él
sí que tiene suerte, mi padre dice que él es un hombre y por eso
puede salir hasta tarde. Tiene unos amigos que le idolatran y una
novia que da vértigo, es la envidia de todos, y yo, me incluyo. Me
encantaría ser él, le odio.
Estaba
escuchando a mi madre subir por las escaleras, seguramente para
recordarme que me tenía que levantar. Llama a la puerta y pasa:
-
María, cariño, hoy tenemos una cena de trabajo en el sitio de
siempre, así que no vendremos hasta mañana. No salgas de casa y
dile a Guille que se levante ya, os dejo las llaves y dinero por si
acaso. Nos vamos después de comer.
Hago
una mueca intentado simular una sonrisa pero no se me da bien
sonreír, así que mi madre suspira y se va.
Voy
dispuesta a desayunar el pan rancio de siempre. Cuando oigo que
alguien me llama al móvil. ¿A estas horas? ¡Que pesados! ¿Quién
será?
Veo
en la pantalla una foto de una chica rubia de ojos azules con una
sonrisa en la cara. ¿Ana? ¿Pero qué quiere esta ahora?
-
¿Ana?
-
Hola María, buenos días guapa.
-
¿Qué pasa?
-
Pues nada tía que me han llamado unas amigas que esta noche tienen
una fiesta en el local ese rojo, donde siempre pasamos los miércoles
cuando venimos de Zara. Pues ahí. Y nos han invitado a todas así
que vente y ponte guapa.
-
Ana, yo...
-
¡Eh, Eh, Eh! No acepto un no por respuesta. Te voy a recoger a las
siete en tu casa. Yo voy con una falda de tubo negra con lentejuelas
muy mona y una blusa. Bueno tía, que eso, que te compres algo.
-
¡Pero Ana!
¡Bah!
No sirve de nada discutir con esta niña aunque la verdad no sería
mala idea disfrutar un poco. Da igual, tengo que pensarlo además
papá y mamá.
¡Verdad!
No había caído no vuelven hasta mañana. Tengo que ir, me lo pasaré
bien aunque todo lo que tengo es feo, infantil o está pasado de
moda. Le pediré dinero a mamá para comprar algo o sino a Ana o
Cristina. No, a Cristina no, que seguro que tiene cosas apretadas o
con mucho escote. Mejor me voy de compras.
Desayuné
de buen humor, el pan no estaba tan malo como parece... ¡Si hasta
sabe mejor!
Me
lo pongo en la tostadora durante unos minutos, le echo el aceite y
jamón de york. De verdad, que manía tenía mi padre de comprar
jamón de york en vez de pavo mira que se lo repito, pues nada. Aun
así, me lo tomo. No tengo mucha hambre pero mientras intento buscar
los cuarenta en las radio. Uuuh! Que bien está sonando Rihanna, como
me motiva esta canción.
De
repente veo a Guille entrar en la cocina. Tiene el pelo enmarañado y
únicamente viste sus pantalones del pijama. Veo su cuerpo de
gimnasio, se refriega los ojos con las manos ya que se acababa de
despertar y no se ha acostumbrado a la luz.
Me
río, me hace gracia, el tan guapo e inocente, a pesar de ser mayor
que yo. Así que me mira con esos ojos verdes penetrantes se viene
corriendo directo a mí. Me coge de la cintura obligándome a dejar
el pan. Me hace cosquillas hasta que nos reímos tanto que nos duele
la barriga.
-
Eres idiota – le dijo
-
Y tú una enana – me toca el pelo
-
¿qué hicistes ayer? - le pregunté
Me
cuenta que, el hermano de Lalo, que era su mejor amigo, se había
liado con no me acuerdo quién y que Lalo, Miguel y todos ellos
estuvieron juntos.
Me
cuenta que casi le vomitan encima. Que su novia se enfadó con él
por no querer acompañarla a casa. Me quedo mirándole fijamente.
-
¿qué pasa? - me pregunta
-
Nada, ¿oye te han explicado papá y mamá, que hoy se van después
de comer y no vuelven hasta mañana? ¿saldrás?
-
Sí, algo me acaba de explicar mamá, pero no he echado mucha cuenta.
Supongo que sí, pero no sé aún. ¿Y tú?
-
Sí, esta noche tengo una fiesta.
-
¿Tú? ¿Una fiesta? ¡Guau! María.
-
¡Ja, ja, ja qué gracioso eres!
-
Señores y señoras mi hermana va a una fiesta. Hay que recordar este
día siempre, hagamos una foto.
Él
iba dispuesto a coger mi cámara, cuando me abalanzo sobre él y
salgo corriendo hacia mi cuarto mientras me chilla cosas que no me
gustarían oír, aunque aun así me río.
Me
encierro en mi cuarto pongo la música a tope, estoy feliz puedo
decir que me siento bien y estoy dispuesta a impresionar a aquellos
que piensan que no existe una María sonriente, les demostraré que
se equivocan, sobre todo me lo demostraré a mí misma.
Me
acerco al armario con esperanza de ver alguna blusa para esta noche,
lo saco todo. Leggins, sudaderas, vaqueros, no, nada me sirve.
De
pronto se abre la puerta y entra mamá, al ver todo el armario
desordenado y el cuarto hecho un asco se pone furiosa, le explico que
no tengo nada que ponerme para una comida que haríamos en el
instituto (siempre en horario escolar). Este es el momento, le pido
dinero para comprar algo nuevo y como no está de muy buen humor me
da 50, en fin, algo es algo, mejor que nada...En cuanto mis padres se
vayan cogeré el bus para ir al centro. Guille me podría llevar en
la moto, pero seguro que tiene cosas mejores que hacer, además me
apetecía estar sola.
Estuve
estudiando hasta la una pero ya estaba harta de sintaxis y de Bécquer
así que mejor dejarlo. Enciendo el ordenador, ¡madre mía! 80
mensajes de Ana y Cristina. Qué pesadas, estarán hablando sobre la
fiesta, conociéndolas. Cristina dice que duda entre si ir o no pero
Ana está decidida comenta que se pondrá uno de esos moños tan
chulos que les hace su madre, joder que envidia ojalá mi madre
supiera hacer algo. En feria, suele llevar unos recogidos
fantásticos, además de que le quedan geniales. Cuando les digo que
me apunto a ir a la fiesta, se alegran pero también se sorprenden,
ya que, conocen a mis padres y saben que no les gustará la idea. Les
cuento que se van y no vuelven hasta el día siguiente así que todo
está flama. Flama, como dice siempre Lalo con su típica sonrisita
de tío guay, me derrito. Les pregunto a mis amigas quién ira a esa
fiesta y si entre ellos está incluido él. Dicen que todo el mundo
irá y que por eso tenemos que ir, ah, también va el “rollo” o
la novia o lo que sea de Lalo no sé bien como llamarlo, aunque eso
sí era millones de veces mejor que yo, más guapa, alta, mona y con
mucho más de esas cosas que hacen que los ojos de los tíos estén
siempre peleándose con su sentido de la educación.
Ana
me consuela contándome que en la fiesta habrá tanta gente que no
tendré que pensar en él y que habrá muchos niños mejores y más
guapos que él. Solo había un problema y era que yo no quería a uno
más guapo, yo lo quería a él.